Criar con lo que No Recibimos



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Ruth Alejandra Ramirez Chaves
07 noviembre 24
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Hoy criamos dando aquello que no recibimos

La gran paradoja de

ser padres hoy

Nos piden criar con empatía, pero crecimos a punta de castigos y silencios incómodos. ¿Cómo hacerles frente a las expectativas cuando apenas estamos aprendiendo a criar con lo que no recibimos? Esta es la gran paradoja de la crianza de hoy.

Entre dos modelos de crianza.

Criar en el presente no es solo una tarea, es un desafío emocional. Nos encontramos en una generación de transición, atrapados entre el modelo con el que fuimos criados y la necesidad de construir una tribu de apoyo que complemente la crianza de nuestros hijos. A veces, este enfoque no es ni fácil ni automático: formar una tribu lleva tiempo y confianza, pero la presión de lograr una “crianza ideal” está siempre presente. Somos quienes intentamos romper patrones, con una mirada de juicio tanto del pasado como del futuro para poder criar con lo que no recibimos.

Muchos crecimos bajo un modelo de crianza autoritaria y estamos batallando para no repetirlo en nuestros hijos y hacer las cosas de manera diferente a como aprendimos que debían ser.

Desde el pasado, está esa voz de la crianza tradicional, que muchas veces suena con dureza: “así se hizo siempre”. Esa voz nos recuerda que en nuestra infancia, los adultos tenían la última palabra, y los niños obedecían sin cuestionar. El miedo al «qué dirán» si no seguimos esta línea sigue pesando; la sociedad a veces espera que mantengamos esa misma estructura firme y de autoridad inquebrantable, pero nosotros queremos un modelo diferente, aunque no siempre sepamos bien cómo hacerlo.

Y luego está la presión de hacerlo “bien” en el presente, de cumplir con los estándares de una crianza respetuosa que vemos en redes y libros. Nos dicen que nuestros hijos necesitan escucha, que debemos validar cada emoción y que deberíamos ser pacientes y atentos. Pero nadie nos cuenta que esto, más que un ideal, es un camino lleno de tropiezos y dudas. ¿Cómo validas cada emoción de tu hijo cuando tú misma te sientes desbordada? Quizás te encuentres en el supermercado, en medio de una rabieta de tu hijo, sintiendo todas esas miradas juzgadoras. En ese instante, la culpa se activa: “¿Estoy haciendo esto bien? ¿Debería ser más firme o más flexible?” ¿Cómo podemos criar con aquello que no recibimos?

¿Cómo validas cada emoción de tu hijo cuando tú misma te sientes desbordada?

Ante la paradoja: la tribu.

Este doble juicio —la mirada inquisidora del pasado, que nos pide criar de una manera tradicional, y las expectativas del futuro, que nos incita a entregar aquello que no recibimos — genera una carga emocional que muchos padres sienten constantemente. Nos exige perfección en un momento en el que todos estamos aprendiendo, adaptándonos, y creando un nuevo camino. Queremos criar desde el cariño y el respeto, pero también lidiamos con la culpa de no saber si estamos rompiendo demasiado con lo que conocemos, o si no estamos cambiando lo suficiente para lo que el futuro nos exige. En pocas palabras, nadie nos prepara para vivir El Lado Oscuro de la Maternidad Rosa

La tribu no es solo la familia, son esos otros padres con quienes compartes valores y estilos de crianza.

Formar una tribu puede ser un bálsamo en este proceso. Poder contar con alguien que entiende tus batallas y que está dispuesto a apoyar sin juzgar es invaluable. Pero, aunque idealmente la tribu se formaría con familiares y amigos cercanos, la realidad es que muchas veces, este apoyo cercano no está disponible, o no está en sintonía con nuestra forma de pensar. Puede que la abuela todavía defienda el “porque yo lo digo” o que el abuelo no entienda la necesidad de hablar de emociones. Nos vemos buscando apoyo en otros padres, en la escuela, en el vecino que también está intentando equilibrar la crianza con el trabajo, y construyendo esta tribu con esfuerzo, paciencia y prueba y error.

Cómo transitar mejor este camino

Para hacer frente a estos desafíos sin desbordarnos, es útil empezar por aceptar que no todo tiene que salir perfecto. Algunos pasos que pueden ayudarte a recorrer este camino con más paz son:

  1. Poner límites a la autoexigencia: Recuerda que no necesitas hacerlo “perfecto”; en la crianza, un buen esfuerzo vale más que cualquier estándar inalcanzable.
  2. Cultivar el autocuidado: Antes de poder dar a nuestros hijos, necesitamos recargar nuestras propias energías. Tómate momentos para ti, incluso si son breves.
  3. Pedir ayuda y buscar comunidad: No tengas miedo de abrirte y buscar apoyo, ya sea en otros padres o en grupos de crianza. No estás solo/a en esto. Eres bienvenida a nuestra tribu La Rebelión de las madres Imperfectas
  4. Reencontrarte con tus propias emociones: La crianza nos enfrenta con emociones difíciles y con nuestras propias heridas. Reconocerlas y validarlas puede ser liberador y sanador.
  5. Recurrir a la orientación profesional: A veces, una guía puede ofrecerte las herramientas y la perspectiva necesarias para manejar situaciones complejas y vivir la crianza de una forma más plena.

Estamos creando una nueva historia, donde la crianza ya no es una sola voz de autoridad, sino un coro de muchas voces que ofrecen guía, apoyo y amor. Y en esta transición, quizás lo más importante no es si logramos o no la perfección, sino que nuestros hijos vean que hacemos nuestro mejor esfuerzo, aun con errores, aun con dudas, pero siempre con la intención de darles una crianza que les permita ser ellos mismos.

Un apoyo en el camino

Navegar entre el modelo tradicional y una crianza respetuosa puede ser un desafío constante. Contar con acompañamiento en este proceso puede marcar una diferencia; el coaching familiar es una herramienta que puede ayudarte a transitar cada etapa, ofreciendo estrategias y un espacio seguro para abordar los retos de la crianza moderna. Porque, en el fondo, criar es un viaje que no tenemos que hacer solos.

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